Revolutionary Road

Crónica del fracaso


April (Kate Winslet) y Frank (Leonardo DiCaprio) se conocen en una fiesta: música, baile, intercambio de ocurrencias, más o menos ingeniosas, y miradas cómplices que apuntan hacia un futuro lleno de posibilidades. Se produce una precisa elipsis, un periodo en el que se han convertido en el matrimonio Wheeler y son padres de una niña y un niño, pero eso todavía no lo sabemos. Sólo vemos caer un telón, entre aplausos forzosos y rostros desconcertados. El hedor a fracaso lo impregna todo. La aventura artística de April la ha conducido hasta el escenario de una desastrosa función de aficionados. Todas sus ambiciones materializadas en una vulgar obra amateur. Su cara, tras la representación y frente al espejo del camerino, revela aquello que la elipsis nos había ahorrado: la decepción, la frustración y la mediocridad cotidiana de una pareja que una vez soñó que era singular.

Estamos en los años 50, la era del American Way of Life y esta pareja la representa a la perfección: son jóvenes, guapos, tienen dos niños encantadores y una preciosa casa residencial en la sofisticada Revolutionary Road, lejos de los pedestres barrios obreros. Sin embargo, ninguno de los dos parece sentirse cómodo en esta existencia tan convencional (y es más que probable que a estas alturas cada uno se considere culpable del fraude que ha significado para el otro). La vida sigue su implacable discurrir hasta que un buen día recuperan un viejo proyecto de juventud: trasladarse a vivir a Paris. Una quimera que les devuelve la ilusión, la complicidad y su identidad como pareja fuera de lo común. Todo es posible de nuevo, lejos de la monotonía de una vida vacía… El abismo es mejor opción que la tierra firme si ésta se sujeta solo de mentiras.


Pero el afortunado plan se va revelando irreal y pueril a medida que avanzan los días. A un inoportuno embarazo de April se une el repentino cambio en la suerte laboral de Frank, cuyo discreto encanto para la felonía le lleva a escalar posiciones en su empresa cuando ya nadie lo esperaba. El destino parece dar la espalda al ansiado proyecto parisino, a la quimera, y April va a ser quien más sufra las consecuencias de la renuncia. De esa forma, el ilusionado y armónico hogar de los Wheeler se convierte en terreno para una batalla campal llena de acusaciones y recriminaciones que alcanza niveles de agresividad conyugal, sin recurrir a la violencia física, con escasos precedentes en la gran pantalla. Entre ambos bandos, sólo un cerebro que ha recibido 37 descargas eléctricas en terapia de shock (el de su vecino John Givings) se muestra lo suficientemente lúcido y en posesión de la verdad para hablar con la claridad de un oráculo. En un mundo loco donde es más valioso convivir con la mentira que tener el valor de afrontar la verdad, el perturbado puede ser el más cuerdo. Perfecta jugada y moraleja del autor Richard Yates.


Decir que es una buena película sería quedarse algo cortos. Con toda probabilidad, estamos ante uno de los últimos grandes clásicos del cine norteamericano junto, quizá, a esa pieza maestra de Ang Lee que es Brokeback Mountain (2005). Con ella comparte el inherente halo desolador del que ambas hacen gala y la sencilla e intachable puesta en escena, obra de un artesano (que no autor) del cine. Sam Mendes, como Elia Kazan y otros grandes, proviene del teatro y eso se nota en la forma de cuidar los detalles y disponer las escenas. Pero, sobre todo, en la utilización de los actores como recurso único y máximo para narrar historias de complejidad manifiesta. Todas las interpretaciones en la cinta son un triunfo. Ni en un solo momento vino a mi mente que la pareja protagonista una vez se paseó por el interior de ese aciago barco que tanto dinero dio en taquilla. Su madurez actoral en este film no me permite recordarlo. Para mí son los Wheeler, la frágil y desdichada pareja que vive en lo alto de la colina, justo en la entrada a Revolutionary Road.

Título original: Revolutionary Road. Dirección: Sam Mendes. Guión: Justin Haythe basado en la novela de Richard Yates. Año: 2008. Nacionalidad: EEUU. Duración: 119 minutos. Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Kate Winslet, Michael Shannon, Kathy Bates y Dylan Baker. Valoración: 10+/10
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ANEXO: Las vidas desencantadas de Richard Yates


A Yates se le puede considerar un escritor de culto por méritos propios. Es un autor brillante, poco conocido y menos leído. Suficientes virtudes que garantizan la etiqueta de exclusividad para un grupo de lectores muy selectos. Habitualmente, otros escritores que copian sin poder evitarlo temáticas y estilo de este insólito novelista.

 

En realidad, su prosa no es nada hermética ni complicada. Muy al contrario su forma de narrar es directa y sin florituras. Accesible y clara o debería decir sincera, propósito y meta de muchos de sus personajes que viven rodeados de farsa social y convenciones.

 

Cronista del fracaso de “modo de vida americano” establecido en los años cincuenta, podría haber sido el autor de una sola novela. Son muchos lo que no han podido superar un primer gran éxito de crítica. Vía revolucionaria (Revolutionary Road) fue su deslumbrante debut en el mundillo literario y el título que estableció todas sus constantes como narrador. Considerado desde su publicación  en 1961 como un relato “perfecto” -el mismo Yates la consideró siempre su mejor trabajo- no se convirtió en una isla, la siguieron otras seis novelas imprescindibles y dos libros de cuentos. Pero de la misma forma que llegaron se las tragó inexplicablemente el olvido.

 

Durante años fue muy difícil encontrar un solo libro de este autor. Las librerías de segunda mano se convirtieron en el único refugio para sus novelas. No fue hasta finales de los noventa, unos años después de su muerte cuando sus contemporáneos y biógrafos reivindicaron su figura, igualando su talento con el de los grandes escritores norteamericanos de todos los tiempos. Esta es una práctica habitual: el reconocimiento tardío del genio después de años de ceguera profunda entre propios y extraños.

 

Lo cierto es que la vida personal de Richard Yates parece un compendio de tópicos sobre la imagen del escritor torturado de mediados del siglo XX: una infancia desarraigada, enfermo de tuberculosis -dolencia que contrajo como soldado en la Segunda Guerra Mundial-, inestabilidad emocional -se divorció dos veces-, depresivo y alcohólico. Y es de suponer que toda esta experiencia vital influyera en su amarga visión del ser humano y sus relaciones. Yates diseccionó los ambientes interiores de la frustración, pero no con la frialdad de un observador distante sino coexistiendo al lado de sus criaturas y sus debilidades.

 

Me consta que en España solo dos de sus siete novelas han visto la luz: Desfile de Pascua y Vía Revolucionaria, editadas por Alfaguara. Ambas, nada menos, que en 2008 con motivo del estreno de la extraordinaria película dirigida por Sam Mendes. Este mismo año la editorial RBA ha publicado uno de sus libros de cuentos titulado Once maneras de sentirse solo.

 

Víctor Luján

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4 Respuestas para Revolutionary Road

  1. Aina dice:

    Estoy de acuerdo en todo lo que dices. Me encantó.

  2. Qué maravilla. Mi película favorita del año pasado, que ya es decir…

  3. Manfred dice:

    Magnífica, se podría decir que April es la Maddame Bovary del s.XX :)

  4. Salva Meseguer dice:

    Muy buena observación Manfred. Las dos compiten en ingenuidad en un mundo materialista y gris.
    Saludos!!!