RESEÑA TV| Arrested Development. 4ª temporada.

Arrested Development fue una serie de la cadena privada FOX donde el espectador seguía las pesquisas de una disfuncional familia que, entre otros muchos, tenía graves problemas con la ley. La serie creada por Mitchell Hurwitz, que comenzó su andadura en 2003, se mantuvo en antena apenas tres temporadas antes de ser cancelada. Una duración un tanto escasa dada la costumbre de la televisión estadounidense en alargar sus ficciones lo máximo posible. Pero lo cierto es que Arrested Development no estaba cumpliendo con las expectativas de audiencia y, así, deprisa y corriendo, se desenchufó el oxígeno de su máquina y se la dejó morir, para estupefacción de sus fans más acérrimos. Hurwitz ya dijo por aquel entonces que, en cualquier caso, a pesar de la triste cancelación, él ya había agotado todo lo que quería contar con aquellos personajes. Sin embargo, en estos siete años desde que Arrested Development pasara a mejor vida, la serie se ha ido convirtiendo, poco a poco, en una ficción de culto hasta el punto de que Netflix la ha recuperado para su canal en esta recién estrenada cuarta temporada, convenciendo a Hurwitz y al casting original para que volviese a dar vida a este grupo tan esperpéntico de personajes.

 

Debo admitir que sin llegar a reconocerme fan de las tres primeras temporadas, había algunos chistes y situaciones en ellas que resultaban frescos y provocaban la carcajada. No era tanto gracias al guión de la serie, que siempre me ha parecido un tanto caótico, como por el fantástico reparto del que Mitchell Hurwitz hizo bien en rodearse. Empezando por Jason Bateman (Michael Bluth) o la fantástica Jessica Walter (Lucille Bluth), sin los cuales casi diría que la serie no tiene razón de ser, y acabando con el también magnífico Will Arnet (Gob Bluth). La serie, además, recupera los talentos de Michael Cera, Portia de Rossi o Jeffrey Tambor, y los acompaña de un cúmulo de secundarios que suelen funcionar tanto o mejor que sus actores protagonistas. La gracia de la serie protagonizada por Bateman, consistía en ver a este variopinto grupo de actores (y personajes) interactuar entre ellos, todos juntos, como una marabunta humana que te hacía dar gracias por no formar parte de ese núcleo familiar. En esta cuarta temporada, suponemos que debido a la apretada agenda de la mayoría de los intérpretes, éstos apenas coinciden en una misma habitación o trama más allá de las típicas pareja de padre-hijo, madre-hijo, marido-esposa, haciendo que una de las grandes bazas con la que la serie siempre había contado se diluya hasta el punto en que es difícil encontrar un momento para la risa.

 

La culpa no sólo la tiene este cambio de tercio en el planteamiento de la serie. Casi podría decirse que estos siete años no le han sentado nada bien al tipo de humor que caracterizaba a la serie de FOX, haciendo que las bromas que ya eran por aquel entonces, en su gran mayoría, bastante facilonas y reiterativas, aquí se vuelvan casi insoportables o lo que es peor, raramente divertidas. La primera vez que se bromea con la supuesta homosexualidad del personaje de David Cross, te ríes. A la décima vez, cuando la serie hace exactamente la misma broma, ya no tiene ninguna gracia. No sólo la comedia de Hurwitz insiste en repetir los mismo gags una y otra vez sino que estos, normalmente, brillan por su falta de sutileza e inteligencia. Tampoco es que una comedia necesite ser sutil (ahí está Modern Family por ejemplo y su excelente humor blanco), pero, si no vas a serlo, al menos tus bromas deberían resultar divertidas. Creo que en parte la culpa es de las tramas que se plantean, bastante forzadas en su inmensa mayoría, haciendo que los personajes o su devenir te importen más bien poco.

 

A su favor hay que decir que, tras siete años fuera de antena, esta 4ª temporada está planteada para que no haga falta haber visto las anteriores para saber qué se cuece en la vida de los Bluth. No sólo se repasan mediante un buen surtido de flashbacks los acontecimientos pasados sino que la voz en off de Ron Howard, el narrador, nos explica cualquier detalle que se nos haya podido escapar y el espectador necesite conocer. Quizás la temporada, de 15 episodios, tendría que haber sido recortada a 7. Siete episodios donde se trabajase el guión y se puliera éste al máximo, donde recuperásemos las lapidarias frases que han convertido en mito al personaje de Lucille o en donde Gob volviese a ser aquel presuntuoso caradura de antaño. Una pena que todo quede en agua de borrajas y la identidad de Arrested Development haya perdido tanta fuerza. La serie intenta ser transgresora, pero ni se acerca al nivel de Archer o Legit. Intenta ser inteligente, pero el resultado no podría distar más de comedias que sí lo son realmente como Louie o Curb Your Enthusiasm. Sus bromas se acercan más a propuestas blancas como la ya mencionada Modern Family o la exitosa The Big Bang Theory. El problema es que, a diferencia de ambas, Arrested Development rara vez es divertida. 5/10.

 

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