CRÍTICA| Turistas

No es la primera vez que en Cinemaseries se menciona la escueta pero más que prometedora filmografía del británico Ben Wheatley, director de Turistas (Sightseers, 2012), la película que ahora nos ocupa. En dicho artículo, hacíamos referencia a la inédita Kill List (2011), perturbador thriller terrorífico protagonizado por Jay (Neil Maskell), un soldado con problemas económicos reconvertido en asesino a sueldo envuelto en un arriesgado viaje con una última parada inesperadamente sangrienta.

 

Turistas también narra una excursión, aunque ésta sea, a priori, de otro tipo. Chris (Steve Oram) decide obsequiar a Tina (Alice Lowe) con un viaje en caravana por algunos de los paisajes naturales más bellos de Gran Bretaña. También es un pretexto para que la pareja, recién formada, se conozca un poco más y afiance así su relación. Por otro lado, el cambio de aires permitirá a Tina perder de vista a su madre (Eileen Davis), una mujer absorbente y con problemas de movilidad con la que su hija mantiene una relación algo complicada.

 

Y, cómo no, su aventura vacacional irá desgranando, poco a poco, el peculiar comportamiento y la singular personalidad tanto de Chris como de Tina. El primer percance provocará que Chris mate accidentalmente con su caravana a un hombre con el que habían coincidido por casualidad en su primera excursión y que no había caído bien al protagonista por sus incívicos modales. El reguero de accidentes, según avance el relato, irá aumentando…

 

Ben Wheatley, consciente de la estrafalaria road movie que tiene entre manos, no disimula ese extraño interés por desestabilizar y violentar cualquier idea preconcebida que podamos tener sobre este excéntrico viaje de carretera. Y aunque el mérito es suyo, es innegable la brillantez con las que están descritos psicológicamente los personajes de Chris y Tina, tarea que ha recaído en los propios protagonistas, Steve Oram y Alicia Lowe —en colaboración con Amy Jump, coguionista de Kill List y de A Field in England (2013), el último trabajo de Wheatley que se estrenará a principios de julio en Inglaterra—.

 

El carácter “borderline” de la pareja, su dificultad a la hora encarar los primeros pasos de la convivencia conyugal (a pesar de estar de vacaciones, o precisamente por eso…) y sus brutales arrebatos psicopáticos —en el fondo, Chris y Tina son unos resentidos depredadores sociales que, contra todo pronóstico, nos resultan simpáticos y hasta cercanos— se asumen, por parte del espectador, con un gesto de incómoda resignación. De ahí que a Turistas no le duelen prendas en admitir la agresiva sátira que es, con independencia de la negrísima comedia y la esquinada historia de amor que contienen en su interior. En este sentido, la película de Wheatley comparte, subrepticiamente, el lado oscuro de la también amarga Dos en la carretera (Stanley Donen, 1967), aunque las fechorías de Chris y Tina recuerden más las de otros célebres psicópatas de carretera enamorados vistos en, por ejemplo, Los asesinos de la luna de miel (Leonard Kastle, 1969), Malas tierras (Terrence Malick, 1973) o Profundo carmesí (Arturo Ripstein, 1996).

 

Turistas también asume ciertos aspectos muy arraigados en el cine social británico. Tanto el protagonista de Kill List (Jay) como Chris y Tina pertenecen a una clase media frustrada y desorientada ante un futuro más que dudoso. Jay acepta un peligroso puesto de trabajo con tal de salvaguardar la paz y la economía en su conflictivo espacio familiar, y de Chris descubriremos que su viaje por caravana junto a Tina esconde una situación semejante a la de millones de europeos en la actualidad. Wheatley, al igual que los británicos Shane Meadows o Mike Leigh, nos descubre la psique y el comportamiento de sus personajes como una manera de detectar el enrarecido funcionamiento del estado de las cosas.

 

Indudablemente, el estilo del director de Turistas se aleja de la noción de realismo utilizado por sus compatriotas. Wheatley aúna el gag cómico, el montaje paralelo y la ralentización de la imagen (su conjunción cobrará especial significado en el segundo asesinato) como forma de reforzar el humor gamberro y amoral del que se beneficia todo el relato. Además, utiliza de manera brillante el uso del flashback en una de las secuencias más jocosas, la que tiene como protagonista a la mascota de Tina y su madre. Turistas, autoconsciente del cruel divertimento al que se ve abocado, quizás pague con su estudiada socarronería esa incómoda sensación de malestar que la película desprende, la cual es, paradójicamente, una de sus señas de identidad más atractivas. 7/10.

 

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