En 2006, los productores de la saga de espionaje británico más famosa de todos los tiempos (Barbara Broccoli y Michael G. Wilson), decidieron, con Casino Royale, reconstruir la saga desde sus cimientos, abandonando el tono paródico y ligero que había marcado a la serie durante casi 50 años y, reemplazando a éste por una visión más sombría y sobria del personaje, la cual se aproximaba mucho más a la figura implacable y en constante conflicto interno que Ian Fleming había retratado en sus novelas allá por la década de los 50. El resultado fue todo un éxito de crítica y taquilla, que consiguió establecer el nuevo enfoque de la saga sin prescindir de los elementos característicos (gadgets, antagonistas peculiares) que la hacían reconocible para el gran público. Y si Martin Campbell y Casino Royale marcaron ya entonces el camino a seguir, Sam Mendes y Skyfall perfeccionan ahora la propuesta en un film que puede entenderse al mismo tiempo como un retorno a los inicios, un impecable ejercicio de cine de acción moderno y una exploración del personaje que no tiene precedentes en la saga. Un juego a tres bandas que es tan fácil hacer mal, que sorprende gratamente el gran equilibrio logrado.
Skyfall comienza con una misión al más puro estilo Bond, con persecuciones imposibles y acciones temerarias. Con una carrera contra reloj para recuperar unos documentos de vital importancia. Tan importantes que todos están nerviosos, incluso la siempre serena M (Judi Dench). James (Daniel Craig) está cerca de lograr el objetivo, pero la misión es demasiado importante como para dejarla en manos del azar, o en las de un solo hombre en este caso. M no puede permitirse correr más riesgos. “Dispara de una vez” -grita a través del auricular-, y un hombre cae inerte. El hombre equivocado. Herido de gravedad y sintiéndose traicionado, Bond desaparece de la faz de la tierra. Es declarado cadáver y vive la vida como si fuera uno de ellos. Pero la sede del servicio secreto inglés, el MI6, es atacada y, temiendo lo peor, Bond vuelve a territorio británico para auxiliar a M, la única persona por la que siente algún tipo de lealtad. Una vez de vuelta al servicio, James deberá descubrir la identidad del enemigo y acabar con él.
¡Y qué adversario! Javier Bardem compone en Skyfall uno de los villanos más enigmáticos que se recuerdan en la saga, capaz de sacar al espectador una inesperada sonrisa o de helarle la sangre hasta la médula, al tiempo que su Silva se divierte con macabros juegos. Un villano astuto, despiadado e impredecible, pero también, como Bond, frágil y roto, si uno consigue mirar a través del escudo. Porque Silva y James son las dos caras de una misma moneda, dos personajes igualmente heridos que cargan con un vacío emocional difícil de sanar. Y en medio de ambos M, como el catalizador que mueve a uno y a otro, como la única vía para curar las cicatrices del pasado. Skyfall simboliza, más que nunca, el fin de un ciclo, de una era, así como su nuevo renacer, la resurrección del héroe, que brota, recuperado y fortalecido de entre las llamas.