RESEÑA TV| American Horror Story: Asylum (FX)

Hace ahora un año recibíamos con curiosidad y expectación la primera temporada de American Horror Story; la ausencia durante el otoño-invierno de la irreverente, sexy y adictiva True Blood nos hacía desear un sustitutivo que al menos tuviera alguno de sus gozosos ingredientes. Sin embargo, a medida que fueron avanzando los capítulos, la atropellada y caprichosa introducción de personajes y tramas, las lagunas argumentales y la ausencia de humor, dieron al traste con nuestros anhelos iniciales, dejándola en un pastiche delirante de terrores autóctonos con exceso de equipaje y una luminosa presencia que disimulaba flaquezas, la admirable Jessica Lange -cuya labor le ha reportado un Globo de Oro, un Emmy, un Premio del Sindicato de Actores y una merecida nueva juventud profesional-. Con estos antecedentes, la perspectiva no era muy halagüeña. Sin embargo, Ryan Murphy y Brad Falchuk, conscientes de que su juguete podía dar más de sí -sólo había que recargarle las pilas-, decidieron ambientar cada nueva entrega en un entorno distinto, dejando atrás las anteriores líneas argumentales -aunque, eso sí, manteniendo a gran parte del casting original pero en diferentes roles-.

 

El problema con Murphy y Falchuk es que son muy buenos en la teoría pero desastrosos en la práctica, como bien hemos podido comprobar en su ya dilatado historial (Nip/Tuck, a golpe de bisturí o Glee). Aunque, la verdad, no deja de ser estimulante el nuevo decorado que han preparado: un lúgubre sanatorio para perturbados mentales y peligrosos criminales -sí, la verdad es que se lo han puesto bastante fácil-, regido por una monja perversa (de nuevo, brillante Jessica Lange) y una especie de Dr. Moreau (encarnado por un turbio James Cromwell) que realiza retorcidos experimentos con los indefensos reclusos. Entre ellos, Kit Walker (un siempre eficiente Evan Peters), acusado injustamente de asesinar a su esposa, y Shelley (Chloë Sevigny), internada por nimfomanía. Posesiones infernales, abducciones alienígenas, perturbados mentales, criaturas de laboratorio y frustraciones sexuales quieren ser el explosivo e infalible cocktail de esta temporada.

 

La acción tiene lugar en dos épocas distintas. Al inicio del prólogo, en nuestros días, cuando el Sanatorio de Briarcliff es ya un caserón abandonado, atracción para curiosos o morbosos, en el que un joven matrimonio (compuesto por el cantante Adam Levine y la señora de Channing Tatum, Jenna Dewan), ávidos de experiencias fuertes -básicamente de carácter erótico- las encuentran entre las paredes del sórdido lugar. Un punto de partida que sirve para narrar los hechos acaecidos durante los años 60, verdadera médula del relato al que vamos a asistir, por desgracia, repleto de los excesos y ticks que cabría esperar y muchos más. Un comienzo que acusa los mismos errores de su precedente e idéntica falta de coherencia. La gestación del misterio o la progresión dramática son sustituidos, de nuevo, por las gratuidades y los golpes de efecto made in Murphy (ya es casi un sello). Un ruidoso conjunto empeñado en funcionar por acumulación -impresionar, acongojar o deslumbrar en cada plano o giro argumental- pero que, como un chiste, a base de repetirlo pierde su efecto y no digamos su gracia.

 

Al igual que en The New Normal, ese despropósito de la factoría que programa NBC, también está el Murphy liberador de conciencias y defensor de causas sociales que ya no lo son (o al menos no deberían serlo): la pobre pareja de lesbianas que tiene que soportar las iras de esa novicia del infierno que es la hermana Jude (Lange) o el joven matrimonio interracial sometido a ultrajes de índole extraterrestre, por si no tenían bastante con la intolerancia de los terrestres. Pero en sus manos cualquier posible intento por obtener un enfoque interesante al respecto resulta inútil porque, como suele ser habitual, todo anda revestido de frivolidad y malsana ligereza.

 

Una cosa está clara, Murphy y Falchuk han entendido que su mayor baluarte es la actriz Jessica Lange, que asciende de actriz de reparto a protagonista en esta nueva temporada. Ella reina sin ningún tipo de amenaza por encima de todo el elenco (nuevo y recurrente). A cambio le regalan un personaje con tales oscuridades en el alma que ningún intérprete podría resistirse. Así la hermana superiora Jude -que no sé de qué es ‘superiora’ porque sólo son dos monjas en todo el sanatorio- es implacable, manipuladora y ruin, enfermizamente entregada a su causa y secretamente enamorada de su superior (Joseph Fiennes). Tiene una buena colección de látigos y fustas para castigar -era demasiada tentación para Murphy y Falchuk no introducir el sado eclesiástico- y esconde bajo el hábito una sexy negligee roja, preparada para nochevieja todos los días del año. La pena es que nada de esto parece importar en el atolondrado e histérico conjunto, decidido a provocar o sorprender en cada esquina.

 

Resulta curioso comprobar como los títulos de crédito -geniales una vez más- y las promociones son espacios inspirados, imaginativos, logrados y definitivamente más terroríficos que la serie en sí. Lo que confirma que American Horror Story: Asylum es una interesante idea mal desarrollada, un bonito envoltorio que cubre un decepcionante contenido. Vamos, un Ryan Murphy y Brad Falchuk en estado puro. 4/10.

 

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