CRÍTICA | El hombre de las sombras

Tras un insulso e intrascendente debut en el género con El Internado (Saint Ange, 2004), el director Pascal Laugier impactó a la comunidad de aficionados al cine de terror gracias a la impresionante Martyrs (2008), una de las películas más brutales y malsanas que haya tenido el placer de degustar en muchísimo tiempo, en la línea de esa otra obra maestra titulada Á L’Intérieur (Alexandre Bustillo & Julien Maury, 2007). Ambas están erigidas en máximas representantes de toda una “nueva” ola de cine de horror galo que el crítico James Quandt ha venido a denominar New French Extremity, descrita en los siguientes términos en el artículo Flesh & Blood: Sex and violence in recent French cinema, publicado en la revista de arte contemporáneo Artforum:

Bava as much as Bataille, Salo no less than Sade seem the determinants of a cinema suddenly determined to break every taboo, to wade in rivers of viscera and spumes of sperm, to fill each frame with flesh, nubile or gnarled, and subject it to all manner of penetration, mutilation, and defilement.

Se trata, en definitiva, de un cine transgresor que, al contrario de las convencionales, aletargadas e infantiloides producciones con las que nos bombardea Hollywood regularmente, no tiene ningún reparo a la hora de romper tabúes e ir más allá de lo políticamente correcto en su exploración de los más recónditos rincones de la depravación humana. Cine descarnado e indómito, en definitiva, que late con un pulso primario y visceral, y en donde cualquier cosa puede suceder, abofeteando al espectador para despertarlo con violencia del estado de tedio al que se ha visto inducido por el detestable monopolio del complaciente mainstream americano en nuestras carteleras. De hecho, ninguna de las grandes exponentes de esta nueva ola de terror francés ha llegado a nuestras carteleras, víctimas del infame sistema de distribución que padecemos en nuestro país y del que se resienten, precisamente, las propuestas más arriesgadas y, por tanto, interesantes.

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Cinco años después de Martyrs nos llega El hombre de las sombras (The Tall Man), primera incursión del cineasta en la industria hollywoodiense, y con una cara conocida de reclamo, en este caso la de Jessica Biel. A diferencia de su predecesora, ésta sí cuenta, además, con una generosa distribución en nuestro país, estrenándose en cines con su correspondiente boato… todo ello nos hace, a priori, temer lo peor, conocedores como ya somos de los mecanismos por los que se rigen y funcionan este tipo de (sub)productos. Y nuestros miedos, por desgracia, se vuelven a ver, una vez más, confirmados a tenor de los resultados. Qué frustrante puede llegar a ser la vida del aficionado al cine de terror, al que, reiteradamente, se le sigue negando la posibilidad de ver buen cine de género en una gran sala de cine, siendo en cambio “insultado” con propuestas tan adocenadas e infantiles como ésta.

Resulta triste, muy triste… ver cómo alguien con el talento y las agallas suficientes como para firmar una de las obras más extremas y radicales de los últimos tiempos se prostituye y se vende aquí a la industria más rancia y conservadora en esta burda y tramposa farsa que recuerda a las grandes tomaduras de pelo de M. Night Shyamalan.

Porque, dejémoslo claro de una vez por todas: El hombre de las sombras NO es una película de terror. No. ¿Por qué, entonces, se promociona como tal? Incluso el propio director contribuye a generar unas expectativas que no se ven nunca satisfechas con declaraciones tan engañosas como ésta: Esta película trata sobre personas reales e intentamos desarrollarla como un film de terror auténtico, implacable, atractivo, intenso y misterioso.

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No, señor Laugier. Martyrs es una película de terror. El hombre de las sombras empieza en clave de plúmbea intriga para “evolucionar” a una indignante incursión en el terreno de la fábula social… a lo cual yo me pregunto… ¿por qué no se ha promocionado como tal desde el principio? Lógicamente, es una pregunta retórica. Tanto nosotros como vosotros, los lectores, conocéis ya la respuesta. Pero lo más indignante de todo esto es que sean siempre bodrios como éste los que reciban un trato preferente en la distribución, mientras que películas tan auténticas, diferentes y fascinantes como Martyrs, Á L’Intérieur, Frontière(s) (Xavier Gens, 2007), Dans Ma Peau (Marina de Van, 2002), Trouble Every Day (Claire Denis, 2001) o Enter the Void (Gaspar Noé, 2009) llevan ya varios años víctimas de una insultante marginación… por no hablar ya, en algunos casos, de una censura más propia de épocas ya pasadas que la que vivimos actualmente. Así nos va. 0/10.