RESEÑA TV | Dexter. Temporada 7: Balance final

Dexter, el personaje, se pregunta al final del último capítulo de esta temporada: “¿Es esto un nuevo comienzo o es el principio del fin?”. Son sus frases postreras. Y con el Himno de la Alegría y los fuegos artificiales, reciben nuestros protagonistas un nuevo año y nos despiden a nosotros hasta el próximo, que sí será “el principio del final”, el de Dexter-la serie que concluirá su periplo por la pantalla catódica en su octava temporada. Doce capítulos más que darán cierre a las aventuras y desventuras de uno de los antihéroes más ambiguos de la ficción. Un personaje heredero del Tom Ripley de Patricia Highsmith y del Patrick Bateman de Bret Easton Ellis, que comenzó su paso por la pequeña pantalla igual de desnaturalizado, inhumano y sanguinario pero, a diferencia de estos, con un código ético inculcado. Algo que parecía disculparle ante el espectador, ser un cazador de malvados psicópatas. Interesante premisa que no habría dado para mucho si el protagonista hubiera permanecido inalterable a lo largo del relato. Si todo hubiera sido una sucesión de acechos, persecuciones y asesinatos.

El origen de su “pasajero oscuro” –como llama Dexter a su problema de psicopatía galopante– debemos situarlo en la infancia. Fue entonces cuando le fue arrebatada su humanidad, tras presenciar el cruento asesinato de su madre. Para encontrar una verdadera redención para el protagonista y sus actos había que volver a conectarlo con su lado humano. Una tarea que ha llevado la historia por distintos derroteros a lo largo de 7 temporadas: Rita, la paternidad, su encuentro con Trinity -un psicópata tan cruel con sus víctimas como con su propia familia, una proyección envilecida de sí mismo-, el asesinato como forma de poder (Miguel Prado) o locura (Travis Marshall), la primera empatía (Lumen) y, finalmente, el amor (Hannah y Debra). Todos aprendizajes necesarios para despertar al ser humano asfixiado por la bestia o, como a nuestro héroe le gusta llamar, su “pasajero oscuro”. Un renacer al mundo que está costando mayores dramas de los que podíamos prever. Pero vayamos por partes.

A partir de aquí comienzan los SPOILERS en el artículo (aquellos que no hayáis terminado la temporada o la tengáis pendiente absteneros de continuar o, en cualquier caso, queda bajo vuestra propia responsabilidad).

En nuestra última aproximación a la serie dejamos a Dexter (Michael C. Hall) descubriendo el amor junto a la floricultora letal, Hannah McKay (Yvonne Strahovski), con un amplio historial de envenenamientos confirmados y por confirmar. Ambos parecen profesar, el uno por el otro, sentimientos verdaderos. Y, obviamente, estos afectos debían ser puestos a prueba. Un secuestro a manos de los Koshkas y nuestro ya irremplazable Isaak Sirko (Ray Stevenson) selló su amor. Pero la prueba de fuego, como suele suceder en todas las familias, llegó con los parientes más próximos: por un lado, el padre chantajista de Hannah, un tumor maligno fácil de extirpar, y, por otro, la celosa hermanastra de Dexter, una engorrosa verruguilla o lunar benigno que Dexter no deja que le toquen (quizá lo único verdadero que ha tenido en su vida, como él mismo afirma).  Hannah calibró mal y, ante el acoso continuo de la teniente, decidió quitarla de en medio. Pero, afortunadamente, nuestra Deb (Jennifer Carpenter) es como los gatos, que siempre cae de pie. Y todo quedó en una intentona.

Sin embargo, sabiendo que Hannah era un peligro para la integridad de su hermana, a Dexter no le quedó más remedio que entregarla a la justicia. ¡Qué encrucijada para un hombre! ¿La mujer que ama ardientemente o aquella que se ha traicionado a sí misma para protegerle? Nuestro protagonista nunca tiene dilemas fáciles. Pero, por desgracia para Hannah, Dexter es nuevo en esto del amor romántico y optó por la lealtad. No sin vacilaciones, claro, y una visita al trullo que acabó a mordiscos (¡esto es amor de verdad!). Pero no había tiempo para preocuparse por Hannah -además, es una de esas chicas que sabe arreglárselas muy bien sola-, otra dama acechaba en el horizonte. Maria LaGuerta (Lauren Vélez) ya había lanzado el anzuelo y no se iba a marchar sin el pez.

La capitana de Miami Metro tenía por obsesión limpiar el nombre de su compañero y ex-amante el sargento James Doakes (Erik King), conocido gracias a Dexter como el Carnicero de la Bahía. Un tipo rudo que había visto tras la falsa apariencia del primer Dexter, aquel que fingía ser humano ante su mirada escrutadora. Su acoso al escrupuloso psicópata acabó peor de lo que esperaba el sargento, que no sólo fue baja en la temporada 2 sino que su nombre fue notablemente arrastrado por el fango. El Dexter de entonces no tenía demasiadas contemplaciones para salvar su trasero. Maria no apoyó entonces a su amigo y, cuando surgieron evidencias de que podría haber sido inculpado injustamente, se aferró a las mismas como clavos ardiendo. Todas las pruebas que LaGuerta ha ido encontrando esta temporada señalaban a Dexter y ésta buscó consejo en un inesperado aliado, Tom Matthews (Geoff Pierson), un superior al que ella misma había traicionado y a quién ofreció un buen trato. Aunque éste demostró ser en todo momento una ayuda del todo innecesaria y hasta entorpecedora. Quizá ese fue su peor error. Ese y subestimar las habilidades forenses de Dexter, que le tendió más de una trampa.

La temporada del amor comenzaba con una prueba del mismo. Debra decidía encubrir a su hermanastro, a quien había pillado en plena faena cuando se disponía a ajusticiar al enésimo psicópata en su camino. La virtuosa teniente renunciaba así a su propia ética en pos de su afecto por Dexter. Una decisión que ha acabado por salirle más cara de lo que podía imaginar, porque al final de esta temporada Deb se ha vuelto a encontrar en una situación similar y, de nuevo, ha tenido que elegir en favor de su hermano. Pero ha sido una decisión con mayores implicaciones que aquella. LaGuerta había descubierto su complicidad encubriendo a Dexter y ahora Deb era su objetivo. El Dexter de antaño sólo se salvaba a sí mismo. Pero el de ahora ya no quiere huir, ni soporta que nada ponga en peligro a su familia (es parte del proceso de volverse humano). Dexter ha dejado de matar por su código, ahora mata en base a sentimientos y ya ni los inocentes están a salvo si ponen en peligro su estabilidad o la de los suyos. Maria LaGuerta había ido demasiado lejos. Había que pararle los pies o encerraría a los hermanos Morgan de por vida.

Ya no había elección buena para ellos. Dexter ya había sido acorralado en el pasado y siempre había conseguido salir indemne. Pero ahora no estaba sólo, Deb estaba en su mismo barco y decidieran lo que decidieran saldrían tocados de ésta. El protagonista hizo lo que mejor sabe hacer, organizar un macabro escenario para fingir un doble asesinato. Una trampa para la impaciente LaGuerta que picó rapidamente el anzuelo. Todo sucedía según lo previsto pero, de nuevo, Debra hizo acto de aparición en el peor momento. Esta vez su decisión no sólo comprometió sus ideales, también se llevó parte de su alma. La fatalidad se apoderó del relato y la angustia de la protagonista se nos grabó en la retina para siempre. Redimir a Debra es fácil, sus actos obedecen al amor, y aunque su dolor será la única forma de hacer entender a Dexter la monstruosidad de sus prácticas atroces, la culpa puede acabar con ella. Ya se lo dijo LaGuerta, “tú no eres como él”.

En esta temporada Deb, una esplendorosa Jennifer Carpenter, ha pasado de mojigata defensora de la ley a trágica mujer fatal. Y todo por ser fiel a un principio mayor: el amor hacia su hermano. Las caras desconcertadas de ambos en los planos finales, paseando entre la multitud, nos hacen presagiar una complicada conclusión para la saga, más dramática de lo que esperábamos. ¿Habrá todavía posible remisión para Dexter? ¿Superará Debra la traumática decisión que ha tenido que tomar? ¿Volveremos a ver a Hannah? ¿Se dispararán las sospechas hacia los hermanos Morgan en el Departamento de Miami Metro? ¿Podrá disfrutar de su humanidad Dexter o será demasiado tarde? ¿Conseguirá desfogarse alguna vez Masuka? Todas estas dudas nos ha dejado una de las mejores temporadas de la serie que se acerca a su fin.

Bien es cierto, que también ha tenido sus escollos –Dexter nunca ha sido una serie perfecta, es demasiado entretenida para serlo-: que si la prematura muerte del personaje de Isaak Sirko (uno de los villanos más estimables de la serie), que si la innecesaria trama del psicópata pirómano, etc… Pero, un año más, ha sido un placer comprobar que estamos ante un relato apasionante, cincelado de un irresistible humor negro y servido por unos intérpretes sobresalientes. Michael C. Hall, temporada a temporada, ha sabido demostrar nuevas facetas de la compleja personalidad del protagonista, arriesgando en cada toma (fantástica la escena en la que visita a Hannah en la cárcel, es imposible expresar mejor todo lo que al personaje le pasa por la cabeza). Pero si esta temporada le pertenece a alguien es a Jennifer Carpenter, no ha tenido una sola secuencia fácil en toda la entrega. Su angustia ya es la nuestra. Una labor que merece todo los premios que pueda recibir. A los fans solo nos queda una temporada más para disfrutar de ellos. Contaremos los días hasta su regreso. 8/10.