CRÍTICA| Secretariat

RESEÑA CINE


Susurradora de caballos


¿Existe el género hípico en el séptimo arte? Lo cierto es que la presencia de este noble animal en el cine es más que abrumadora, no sólo acompañando a los vaqueros o guerreros de otros tiempos, también como protagonista absoluto de algunas cintas de diverso calado: Seabiscuit (2003), Océanos de fuego (2004), El corcel negro (1979) o Crin blanca (1953). Su presencia casi siempre se asocia al pacto entre hombre y naturaleza, la libertad y la cautividad. Cineastas como John Huston parecían tener una especial obsesión con la figura equina, representada en muchos de sus títulos por su indomable esencia: Vidas rebeldes (1961), Reflejos en un ojo dorado (1967)… Metáfora del individuo domesticado, el caballo ha dado grandes momentos para el celuloide, y ahora es el turno de un jamelgo corredor de nombre propio: Secretariat, legendario ganador de la Triple Corona de Estados Unidos (que componen las tres competiciones hípicas más importantes del año).

Se trata, no nos engañemos, de cine familiar con la firma Disney en mayúsculas y con una premisa idónea, llena de valores educativos y emociones básicas (nada de complejidades). Se basa en una historia real, protagonizada por una mujer que intenta salvar a toda costa la granja criadero de su familia, que tras el fallecimiento de sus padres pasa por una difícil situación. Penny Chenery (Diane Lane) asume, contra la voluntad de su entorno, toda una serie de riesgos para levantar un negocio que vivió momentos de esplendor en el pasado. Lo que todos toman por empecinamiento y una forma de aferrarse al pasado se convierte en un ejemplo de superación y tenacidad, gracias a la fe depositada por esta dama de sociedad en un joven caballo de su propiedad. El argumento es perfecto para Hollywood: personas que arriesgan todo para ganar y lo consiguen, la doctrina del éxito a través de la perseverancia en tiempos de crisis.

 

Randall Wallace, su director, no es muy dado a las sutilezas -llegó al cine de la mano de Mel Gibson, con el guión de Braveheart (1995)-, pero conoce las claves del entretenimiento y las aplica sin pudor. Se beneficia, y mucho, de un reparto de absoluto lujo encabezado por la exquisita Diane Lane. Nadie mejor que ella para interpretar a esta heroína de altos vuelos, esta Escarlata del mundo equino. Fragilidad y fortaleza en un mismo rostro; mezcla complicada de dulzura y carácter que representa ese modelo de mujer idealizada por el cine. Ahí radican parte de los problemas del film: sus planteamientos son un paso atrás, una vuelta a los estereotipos y las convenciones. Menos mal que siempre quedan actores como John Malkovich que no tienen incoveniente en darle la vuelta a un personaje y convertir las excentricidades de éste en su mayor baza; en apartarse lo máximo posible de la normalidad reinante y rescatar, de esa forma, a cualquier película de la convencionalidad. ¿El peligro? Que tengas que hacer el “cabra” en todas tus próximas apariciones, ya que por mucho menos te encasillan.

Les acompañan los televisivos Dylan Walsh (Nip/Tuck), Kevin Connolly (El séquito) y Nelsan Ellis (True Blood) como el entregado cuidador del caballo Secretariat, el corcel prodigioso cuyas vigorizantes carreras constituyen los momentos más obviamente entretenidos del film, un producto sin pretensiones e intrascendente que, sin embargo, se deja ver.

Título original: Secretariat. Dirección: Randall Wallace. Guión: Mike Rich basado en el libro Secretariat: The Making of a Champion de William Nack. Fotografía: Dean Semler. Año: 2010. Nacionalidad: EEUU. Duración: 123 minutos. Intérpretes: Diane Lane, John Malkovich, Margo Martindale, Dylan Walsh, Scott Glenn y Nelsan Ellis. Valoración: 5/10.

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