El año pasado presenciamos el regreso por la puerta grande del Maestro Roman Polanski con la impresionante Un Dios Salvaje (2011). A partir de la obra de Yasmina Reza, la película ofrecía un mordaz y crítico análisis sobre la naturaleza humana, sazonado con generosas dosis de humor negro, gracias a la soberbia interpretación de su reducido elenco protagonista. Cuatro magníficos actores y un único escenario… Polanski no necesitó más para atrapar a la audiencia durante sus escasos ochenta minutos, demostrando que, a veces (¿a menudo, más bien?), menos es más.
La comedia El Nombre (Le Prénom) de Alexandre de la Patellière y Matthieu Delaporte guarda no pocas concomitancias con el filme de Polanski. Lógicamente, la más relevante alude a su condición de adaptación de una obra teatral, en este caso escrita y adaptada por el propio Delaporte. Y, como suele suceder en este tipo de proyectos, se opta por una sobria puesta en escena en donde la acción cederá el protagonismo a los diálogos, sobre los que estará por tanto estructurada la narración de esta historia. Sin embargo, más allá de estas obvias analogías formales, la película de Delaporte y la Patellière también rezuma algo de esa misma punzante mala baba en su descripción del comportamiento y la condición humana.
Promocionada como una “comedia de salón”, la película se sustenta en la labor de un inspirado reparto reducido a apenas cinco actores: en primer lugar, Charles Berling (en uno de esos papeles que habría bordado el cómico francés “par excellence”, el inmortal Louis de Funès) y Valérie Benguigui, los cuales interpretan a Pierre y Élisabeth, un matrimonio de clase media en cuyo hogar (o salón, más bien) se desencadenarán todos los acontecimientos de la historia. Ella es una frustrada profesora de lengua francesa en un instituto, mientras que él es un pedante y algo “cultureta” profesor de literatura en la universidad. Ambos se quieren con locura, y fruto de ese amor surgieron dos hijos, Apollin (Alexis Leprise) y Myrtille (Juliette Levant), la cual ya apunta maneras, como se puede apreciar en aquella escueta aunque sesuda conversación mantenida con el padre, al principio de la película, en relación al personaje principal de la obra Madame Bovary de Gustave Flaubert.
Dicho matrimonio decide organizar una cena en su casa con motivo de la inminente paternidad de Vincent (Patrick Bruel), hermano de Élisabeth. Vincent es un triunfador, un tipo apuesto, divertido y extrovertido, aunque también “simple” y consentido. Su pareja y futura madre de su hijo es la bella y refinada Anna, interpretada por Judith El Zein, de la que nunca llegaremos a saber demasiado. Finalmente, el tercer invitado a la cena es Claude (Guillaume de Tonquedec), un remilgado, siempre complaciente y algo cursi trombonista de la orquesta France-Inter, amigo de la infancia de la familia.